viernes, 16 de julio de 2010

1- Bandeja de entrada (1)

“Me vine a l'ovella un toque a despedirme simbólicamente de todo. En 15 días me vuelvo a vivir a Rosario. Es un mal necesario. Vuelvo a la Chicago argentina después de once años locos europeos. Siempre te he considerado un amigo y x siempre lo serás. La historia... la historia es larga de contar. Henry Chinaski vuelve a la vera del Paraná. La vida así lo ha querido. Te quiero mucho brother”




Vuelvo a leer el SMS otra vez. No entiendo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? ¿Qué será de su pequeña Minuit? Todavía recuerdo el revuelo desatado en el seno de la familia por no poner un nombre convencional a la primogénita. Pero el principal interrogante que se levanta es qué razón puede llevar a un hombre a abandonar todo lo que tiene, lo bueno y lo malo, forjado en más de una década, incluyendo el valor más sagrado: una hija, cuya nariz pronunciada y sus enormes ojos, que parecen querer escaparse de sus cuencos, lo delatan como generoso donante genético.

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